viernes, 3 de mayo de 2013

… ”Agua Grande”….



Creemos fielmente que cada viaje debe hacerse a gusto de consumidor, creemos que es la experiencia propia la que hace al viaje, el encuentro o desencuentro con las oportunidades, la felicidad y angustia de los antecedentes. Creemos que esa es la única forma en la que el viaje quedará plasmado en nuestras memorias y comenzará a formar parte nuestra. Razón por la cual siempre escuchamos diferentes opiniones, que preferimos evadir, apenas tomar aquellas positivas y zambullirnos a la adrenalina misma de lo incierto, sentirnos aventureros abriendo caminos, nosotros y el mundo. Eso creemos que es el mejor recuerdo de un viaje, más valioso que una foto o un accesorio en nuestras casas con los populares lema,”Yo estuve en….”, “I love….” o simplemente “Recuerdo de….”.

Pero quizá esta sea una de esas excepciones a la regla, y este destino amerite una recomendación.
Buscar primero ese contacto visual que te domine los sentidos y te generen ganas de conocerlas, más tarde tu primera cita, esas de las que volves a dormir pensando en ellas, y después sí por fin ese encuentro íntimo, que satisface y llena el corazón de emoción.
Peldaño a peldaño, nos encontramos con ellas y nos llevamos un millón Kbytes de sensaciones, esas que resurgen en momentos fugaces y que te hacen sentir más vivo que nunca.

El avión aterrizo por la mañana y ya teníamos medio día perdido por lo que decidimos primero cruzar la frontera y conocer su versión en el Brasil.
Tomamos un colectivo desde la terminal de Iguazú que nos dejo en la entrada del parque. La entrada fue muy rápida, tanto que no llegamos a sacar una conclusión de que como nos convenía pagar….”en pesos o con tarjeta de crédito?”’….nos agarró desprevenidos y terminamos pagando muchos pesos cada uno (ya lo saben entonces). Fue un señor billetín en comparación al paseo argentino, pero como siempre decimos, es imposible salir 100% invictos. Recorrimos el parque durante 4 horas, caminando por una rambla que bordea el río a una altura pronunciada. Una caminata que poco a poco acerca a un costado de la garganta del diablo. Es una vista lejana, fresca y panorámica de todas las caídas, tan provechosa como la argentina. Cerramos la tarde tomando unos mates a orillas del calmo río Iguazú aguas arriba de su caída. Cómo puede ser que este río manso unos segundos más tarde se transforme tanto??










Volvimos a la ciudad a comer y descansar para nuestro segundo encuentro, esta vez del lado argentino. Lamentablemente era fin de semana de carnaval y los curiosos como nosotros abundaban, intentamos madrugar pero al no ser los únicos la espera en la entrada fue inevitable. La ansiedad y el apuro nos invadían, fuimos rápido hacia el trencito, queríamos llegar primero a la garganta ya que nos habían recomendado ir antes del mediodía para evitar la muchedumbre. Fuimos los primeros en subir…"listo ya estamos!!"..... pero el tren hizo parada en el comienzo del recorrido de las pasarelas obligándonos a bajar porque allí esperaban TODOS para ir a la garganta…."fallamos!!.....y ahora?.... ya está, plan B!,no es bueno empezar el día haciendo cola, disfrutemos". Recorrimos el paseo superior e inferior, contemplamos, sacamos fotos y  pusimos nuestras caras, manos y brazos para sentir el agua. 



Las particularidades de la gente para no mojarse!!









Cruzamos a la isla San Martín, apenas pisamos tierra firme…. "al agua!!!"….a esta altura con tanto calor y agua para ver alucinábamos con poder darnos un chapuzón. Meternos en el  río con las cataratas de fondo fue dar otro paso en esta intimidad con el paisaje. Almorzamos unos sanguichitos con frutas y mucha agua, dieta básica y necesaria de todo el fin de semana, optamos por descansar un rato en nuestra playa selvática, cuando comenzó a llover,  mucho, muchísimo. Nuestra pobre cámara estaba gozando de su primera salida a puro castigo de agua más agua, por suerte no nos fallo, fuimos nosotros que no leímos el manual y por eso las fotos son de muy baja calidad.  Con la lluvia empezamos a recorrer la isla, tiene el paseo más tranquilo y una de las vistas más bellas de las cataratas, quizá con menos agua pero la abundante vegetación verde con hilos de agua que se mixturan forman el mandala perfecto para la relajación. No tuvimos reparo alguno a la lluvia entonces seguimos recorriendo hasta que salió de vuelta el sol, sacamos la sortija para otra vuelta más. A las 3 de la tarde comienzan  a volver los últimos botes, fuimos muy afortunados en ir, ya que el paseo por la isla es muy susceptible a los ritmos del río y del clima. Premiamos nuestro día de lluvia con un paseo en la lancha literalmente por debajo de dos cascadas, ya lo había hecho en mi viaje anterior y lo recordaba demasiado bueno como para no pedir un bis. "Dos por favor!" Es lo más caro que pagamos en el parque pero definitivamente vale la pena cada centavo, el paseo dura aproximadamente 20 minutos y con una breve introducción a las cascadas comienza la velocidad y sensación extrema. La ducha más fuerte e intensa de tu vida, visibilidad nula, puro contacto físico, pedimos entrar una y otra vez, y la oferta solo fue solo por 3 veces, pero cada una mereció su aplauso. Volvimos felices, llenos de adrenalina.











Para el tercer día nos quedaba por ver la famosa y esperada garganta del diablo,  admito que tenía ansiedad por verlas lo antes posible ya que en mi viaje anterior por mal clima el paseo estaba cerrado. Llegamos, tomamos el tren lento, preferíamos haber ido caminando pero llovía, recuerden la cámara. Las pasarelas estaban repletas, el camino era lento. Así fue como vimos un yacaré, una mariposa que le encanto posarse en mi brazo y varios peces. A pocos metros de distancia ya podíamos sentir vibrar su furia, rugían y se hacían escuchar y  nos inundaba una marea de gotas flotando en el ambiente. Furioso, violento, espontaneo, sorprendente  Agua Grande (significado de su nombre en guaraní). Salta, vibra y luego calma, lleva consigo sangre pachamama, todo lo lleva y todo lo transforma en ese andar por el río Guasú.